Debe ser triste, supongo,
que no comprenda qué entienden los poetas
por el “amor” que invocan de manera
incesante. Me recuerda al mecano-
grafiador de Satie en Parade. Incluso si
colocara los guantes y la fusta de
Anna Ajmátova bajo
un poderoso microscopio todavía no
habría ninguna probabilidad. Ella debe
haber tenido mejores cosas que hacer que preguntar:
¿por qué te fuíste? mientras aspira
“el dulce aroma de los tilos”. De hecho,
el olor de los tilos es abrumador
Están entumecidos y son pegajosos. Conozco
la lujuria y el encaprichamiento. Son cosas
en que desembocar como una puerta o una valla
a la que llegas para descansar, como hizo Bonnard,
en un jardín cercano al Mediterráneo,
junto a una mujer que vivía como Dánae
en un cuarto de baño aclarado con oro.
Traducción: Ana Gorría y James Womack.