13
Dejamos los objetos ordenados cada noche. Sobre
las mantas agujereadas de pelo refractario.
De día volvemos a colocar ladrillos transparentes. De
nuevo construimos la pared traslúcida.
La pared es también una malla. Una red de innumerables
nudos. Se alza por encima de nosotros. Y también es el suelo
y el horizonte.
Exhaustos recorremos con los ojos su inexplicable geometría.
20
Bajo lámparas de acero. Toda la luz es acero en el solar
donde trabajamos para dar placer a los vivos.
Con los músculos trabajamos, con las partes más blandas
del alma y tiramos de ellas sumergiéndolas en orina y en
piedad.
23
Los vivos son los dueños de las luces. Cubren su piel lacada
y pura con telas venidas de paraísos a los que sueñan con ir
de vacaciones.
Los vivos tienen piel y son reacios a las definiciones.
Oyen el sutil rumor de los acantilados, oyen la transparencia
de las avenidas, oyen el vértigo de la edad.
Los vivos, superficie lacada y pura.
25
Encendemos una pira con los nombres
sus llamas no queman
su ceniza no alcanza a llenar el hueco de una mano.
29
Donde debía estar mi alma hay un pedazo de hielo. Donde
dice alma poner necesidad. Donde dice hielo, hielo. Donde
dice necesidad poner hambre, donde dice hambre, ceguera.
Donde dice ceguera, escombro.
36
Crecemos sobre nuestras patas insecto para dar de comer
a los pequeños reptiles, a las crías de los vivos. Crecemos
sobre nuestras patas de insecto, sin hambre ni memoria.
Limpios de corazón y de grasa bajo la carne.
Crecemos entre los juncos metálicos, entre los plásticos
visionarios.
Nuestras oraciones son idénticas al murmullo de los amantes
electrónicos.
La Pecera Subterránea. Pilar Fraile Amador. Amargord Ediciones. Madrid. 2011.