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Posts Tagged ‘matemáticas’

el observador se decanta por la singularidad del objeto. pero qué es la singularidad en un objeto completo.

si observamos una estructura sólida, la singularidad se buscará en lo ausente. la ausencia determina la intención de la mirada. en ocasiones la propia estructura es la singularidad: la propia estructura es su agujero. sería como plantear aquello que dice Deleuze de que el «afuera» del lenguaje es en el propio lenguaje.

si la intuición nos invita a plantear esta duda significativa, imaginemos otras estructuras: la recta matemática de números reales, por ejemplo. La recta real (real) de racionales e irracionales matemáticamente completa. digo matemáticamente, porque la demostración de su completitud se establece en base a axiomas pertenecientes a su propio lenguaje. pero qué sucede con su «afuera». qué dice ese lenguaje acerca de su propia inconsistencia. para poder concebir la integridad de la recta real se necesita contemplar la posibilidad de una incertidumbre: se necesita el agujero.

es en esa incertidumbre donde la poesía respira hiriendo.

no es el poema, poesía. el poema es el «afuera» que puede convocar el agujero. el poema es posibilidad. Su estructura en el lenguaje puede llenarse de huecos, terrazas, pasadizos, tragaluces, invitando a entrar. o ser una presencia completa (completa-mente cerrada), donde la recta real se hace patente, sucesiva, violenta, por cuanto tiene de violación de lo posible.

como si de Alicia se tratara, un buen poema invita al agujero (y se puede, muy bien, caer hacia arriba).

decimos: éste o aquel poema es bueno. en realidad estamos diciendo: en éste o aquel poema hay poesía.

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De regreso a casa encendí la radio y comencé a escuchar de forma automática el programa que se estaba retransmitiendo en esos momentos. Consistía en una entrevista realizada a dos voces, a una voz experimentada en el área de las matemáticas.

La historia no tendría mayor trascendencia de no ser por la anécdota que se relató asociada al brillante matemático alemán Peter Gustav Lejeune Dirichlet (1805 – 1859). Al nacer su primer hijo, decidió vencer su resistencia a la escritura de misivas y le dirigió un telegrama a su suegro en estos simples términos:

1 + 1 = 3

Para disfrutar nuevamente de esta anécdota he buscado en la red los detalles y, para mi sorpresa, encuentro que en ciertos sitios se modifica el contenido del telegrama, pasando a ser: 2 + 1 = 3.

Qué decepcionante resolución si la segunda propuesta fuese cierta. Por suerte, lo poético no habla desde la verdad, sino desde lo auténtico. Y lo imposible constituye un elemento vertebral para hacer esa llamada a la intensidad.

¿Cómo explicar si no la presencia del arte en el número? ¿No será, acaso, que la abstracción nos lleva a desligarnos de las mortíferas capas de lo real, para permitir que objetos de áreas separadas con estiletes de cristal puedan hablar entre sí?

Alcanzo a imaginar esa belleza que apenas consigo aprehender: la verdad desvirtúa, la exactitud es inútil.

Dirichlet venció su resistencia a la escritura eliminando de la misma todo rasgo convencional y puso en los términos más bellos que pudo imaginar su extraordinaria leyenda. No importa cuál es la versión correcta, Dirichlet le escribió un telegrama urgente a la poesía:

1 + 1 = 3 (o lo imposible poético)

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