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Archive for febrero 2009

multitud

me han encontrado
con las manos llenas de tierra,
envejecido sin moral,
a doce dedos del asco,
a un mes de chupar el hueso


las cuentas del collar
que me llevaba
estaban erizadas


y la multitud
se quemaba las pezuñas
para perfumarme el rastro


por el río baja
algún elefante piando
en su nido y cada vez
siento más multitud
de nada

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Se podría decir que el procedimiento es enteramente natural y nada extraordinario. Los estudiosos aventuran que dejar de respirar alivia -los primeros 3 minutos. La siguiente bocanada, sin embargo, es aún más lacerante, más plena de cristal y escarcha seca. Porque la respira el otro.

La sintomatología es evidente, aunque confusa en su determinación: la lengua tiende a sangrar. La respuesta inmediata es llevar al paciente a casa de la madre y ordenarle que cante cualquier cosa. Si en el ejercicio el paciente no es reconocido por su madre, entonces se sabe, mala señal. Porque canta el otro.

Se le ofrece al sujeto una varilla larga, preferiblemente metálica, y acabada en punta. En un principio es condición evidente que se resista. Pero al fin, bajo el poderoso influjo del dolor, se decidirá a comenzar el proceso.

La varilla se introduce por el acceso corporal más sencillo -la garganta- aunque han llegado hasta nosotros los casos de pacientes que han optado por perforar el globo ocular o el tímpano, producto más bien de la desesperación que del criterio lógico. Otros teóricos validan estos métodos al razonar que la vista y el oído representan las más intensas manifestaciones del otro y, en consecuencia, el objetivo inmediato del pobre desesperado.

Decíamos que, a través de la vía natural y salvando arcadas, expresiones desagradables de la nausea, el vómito y algún que otro desafortunado manejo de la herramienta de operación, el paciente consigue introducir la práctica totalidad de la misma. A continuación es necesario proceder con calma, realizando suaves movimiento circulares. Hasta topar con el otro.

Se desconoce por qué el movimiento circular, pausado, es el más atrayente. Por lo general este contacto se realiza a los pocos minutos de comenzar el proceso. Sin embargo se conocen casos excepcionales cuyas demoras han invertido horas e incluso días. Para lo cual se recomienda que el sujeto tenga fácil acceso a nutrientes como para afrontar largos episodios.

El otro, que advierte la extraña y punzante presencia, convoca -de forma razonable- en labios del paciente un monólogo implorante y empalagoso cuyo fin es -también razonable- el obtener la piedad de la madre y provocar en ella que interrumpa de inmediato el trance. Es por ello que el sujeto debe operar y operarse en completa soledad.

Con suficiente fuerza de voluntad y sordera pronunciada podrá completarse el proceso: tras el contacto inicial con el otro e intuyendo, pues en esto no hay conocimiento registrado, el volumen corporal del mismo, se punzará con decisión una primera vez y se mantendrá en tensión la varilla. Las formas de respuesta más comunes del otro consisten en la redacción de violentas misivas a la comunidad de vecinos o, hecho contrastado por eruditos, la rima completa en endecasílabos del listín telefónico. Cualquiera de estas formas, como es lógico, conduce al pánico inmediato.

La queja en cuestión puede atenuarse mediante la ingesta de un mazapán caliente, aunque no recomendamos este punto. Finalizado el lamentable argumentario, el paciente debe punzar nuevamente otras tres veces para asegurar la definitiva perforación del otro.

Con sumo cuidado, siendo ésta la parte más delicada del proceso, se extrae al otro por el orificio elegido, teniendo en cuenta la resistencia desesperada que opondrá. Son comunes los casos de gargantas laceradas o la extirpación de la campanilla. Pero sin duda las manifestaciones más desagradables de la lucha pueden encontrarse en las otras vías, por lo que ahorraremos su mención aquí. Del mismo modo evitaremos una descripción detallada de las características fisiológicas y funcionales del otro. Baste decir que se conforma de la concentración de frases no dichas por el paciente y cuya forma final se corresponde con sentencias de una perversión tal como para creer en ellas.

Añadiremos que el otro, ya extraído, resiste apenas unos minutos a su exposición en un entorno aún más perverso, e irremediablemente enmudece y muere.

El residuo puede emplearse, siempre y cuando se superen reservas morales, como florero, sujeta libros e incluso matasellos. La mayoría prefiere, sin embargo, ofrecerle digno sepulcro en maceta.

Lo cierto es que la madre podrá reconocer o no de nuevo al sujeto. Y el proceso se repetirá toda vez que se concentre lo ausente en lo necesariamente presente. La exposición a la fotografía o la melodía nostálgica de un arrabal han llevado a más de uno a la recaída, devorando a la madre y castigando a posteriori su acción mediante la emulsión de férreas críticas literarias y discursos de un marcado color sepia y un sabor insoportable a pimienta roja.

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la llamada

Llamaron por teléfono,

pero el teléfono no dijo nada.

Desde el extranjero

se supo que el teléfono

no sabía.

Sonó





y el cascabel se encendió
de repente.


Descolgué
para perder la boca,
para colgar la voz
de un nido.

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rostro

cómo componer un rostro
cuando falta
la pieza
de la esquina

la pieza debe ser
cualquier lugar

es de la matrona
sus llantos blancos
es del niño
su pezuña blanda

el dilema
componer el rostro
sin la pieza
o usar la pieza extraviada
de otro

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