Meditación agitada
Una tormenta hace girar las aspas del molino
que salvajemente, en la oscuridad de la noche, muele la nada.
Las mismas leyes te mantienen despierto.
La panza del tiburón gris es tu débil lámpara.
Recuerdos difusos se hunden en la profundidad del mar
y allí se petrifican junto a extrañas columnas. Verde
de algas está tu muleta. Quien
se va hacia la mar regresa rígido.
Vías
Dos de la madrugada: claro de luna. El tren se ha detenido
en plena llanura. Allá lejos los puntos luminosos de
una ciudad,
brillando fríos en el horizonte.
Como cuando una persona ha entrado tan profundamente
en un sueño
que jamás recordará que estuvo allí
una vez que vuelva a su habitación.
Y como cuando alguien ha entrado tan hondo en una
enfermedad
que todo lo que fueron sus días se vuelven unos puntos
centelleantes, un enjambre
frío y escaso sobre el horizonte.
El tren está absolutamente quieto.
Son las dos: fuerte claro de luna, pocas estrellas.
La pareja
Apagan la lámpara y la pantalla blanca relumbra
un instante antes de desaparecer
como una pastilla en un vaso de oscuridad. Luego sube.
Las paredes del hotel brotan en la oscuridad del cielo.
Los movimientos del amor han amainado y ellos duermen
pero sus más secretos pensamientos se encuentran
como se encuentran dos colores, fundiéndose uno en el otro,
en el papel mojado de una pintura escolar.
Oscuridad y calma. Pero la ciudad se ha acercado
esta noche. Con ventanas a oscuras. Las casas han venido.
Muy cerca, en apretada espera están,
muchedumbre de rostros inexpresivos.
El cielo a medio hacer. Tomas Tranströmer. Nórdica libros. Colección Letras Nördicas. Traducción de Roberto Mascaró. 2011. Salamanca.
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