Una noche de invierno
La tormenta posa su boca en la casa
y sopla, buscando el tono.
Yo duermo inquieto, doy vueltas, leo
a ojos cerrados el texto de la tormenta.
Mas grandes son los ojos del niño en la penumbra
y la tormenta gime para el niño.
Ambos gustan de lámparas que oscilan.
Ambos están a mitad de camino al lenguaje.
La tormenta con manos y alas infantiles.
Se desboca la caravana a Laponia.
Y la casa siente la constelación de clavos
que mantiene unidas las paredes.
La noche está calma sobre nuestro piso
(donde todos los pasos que han resonado
descansan como hojas caídas al estanque)
¡pero afuera la noche está salvaje!
Sobre el mundo anda una tormenta más seria.
Pone su boca sobre nuestra alma
y sopla, buscando el tono. Tememos
que la tormenta sople hasta vaciarnos.
Lisboa
En el barrio de Alfama cantaban los tranvías amarillos en
las subidas.
Había allí dos cárceles. Una para los ladrones.
Saludaban a través de las rejas.
¡Pedían que les tomaran fotos!
«Pero aquí» dijo el conductor, riendo como un ser dividido
«aquí están los políticos». Vi fachadas, fachadas, fachadas
y muy alto, en una ventana, un hombre
que con prismáticos miraba el mar.
La ropa colgaba en lo azul. Calientes, los muros.
Las moscas leían cartas microscópicas.
Seis años después pregunté a una señora en Lisboa:
«¿Esto paso realmente, o acaso lo he soñado?».
Sobre la historia (V)
En el baldío, no lejos de las casas
hay un diario lleno de hechos olvidados hace meses.
Se envejece a través de las noches y días a la lluvia y al sol,
va volviéndose planta, una col, va uniéndose al suelo.
Así como, lentamente, un recuerdo se transforma en ti mismo.
El cielo a medio hacer. Tomas Tranströmer. Nórdica libros. Colección Letras Nördicas. Traducción de Roberto Mascaró. 2011. Salamanca.
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