Noche de diciembre ’72
Aquí vengo yo, el hombre invisible, quizá al servicio
de una gran Memoria para vivir ahora. Y yo paso de largo
ante la clausurada iglesia blanca -allí dentro hay un santo
de madera
sonriente, indefenso como si le hubiesen quitado las gafas.
Está solo. Todo lo demás es ahora, ahora, ahora. La fuerza
de gravedad que nos oprime
hacia el trabajo diurno y la cama en la noche. La guerra.
De marzo del ’79
Cansado de todos los que llegan con palabras, palabras,
pero no lenguaje,
parto hacia la isla cubierta de nieve.
Lo salvaje no tiene palabras.
¡Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones!
Me encuentro con huellas de pezuñas de corzo en la nieve.
Lenguaje, pero no palabras.
Arcos románicos
Dentro de la enorme iglesia románica se apiñaban los
turistas en la penumbra.
Bóveda abierta tras bóveda y sin vista de conjunto.
Algunas llamas de cirios aleteaban.
Un ángel sin rostro me abrazó
y susurró por todo el cuerpo:
«¡No te avergüences de ser hombre, sé altivo!
Dentro de ti se abre, interminablemente, bóveda tras bóveda.
Nunca estarás completo, y así ha de ser.»
Me cegaron las lágrimas,
fui empujado a la piazza que hervía bajo el sol
junto con Mr. y Mrs. Jones, el Señor Tanaka y la Signora
Sabatini
y dentro de todos ellos se abría bóveda tras bóveda,
interminablemente.
El cielo a medio hacer. Tomas Tranströmer. Nórdica libros. Colección Letras Nördicas. Traducción de Roberto Mascaró. 2011. Salamanca.
Deja un comentario